Los Aviadores Extranjeros de la Divisi�n Del Norte
1914-1915
DOCTOR LAWRENCE D. TAYLOR (link)
LA LUCHA REVOLUCIONARIA mexicana de 1910 a 1920 constituy� una de las primeras guerras de este siglo en donde el aeroplano se utiliz� como arma de combate. El Ej�rcito italiano fue el primero en emplear tanto el aeroplano como el dirigible, en conflictos b�licos durante su conquista del territorio turco de Cirenaica y Triplitania entre 1911 y 1912; y tambi�n lo utilizaron las fuerzas beligerantes que pelearon en la Guerra de los Balcanes de 1912 a 1913.1
En M�xico, los ej�rcitos rebeldes y federales utilizaron por primera vez el aeroplano en el cruento conflicto civil que estall� en 1910. La insurrecci�n, encabezada por Francisco I. Madero, que acab� con la dictadura de Porfirio D�az en mayo de 1911, no consigui� establecer la paz en M�xico. Todo lo contrario, el gobierno revolucionario — primero en la forma de un r�gimen interino encabezado por Francisco Le�n de la Barra y luego por Madero como presidente electo — se vio acosado de rebeliones. En el curso de uno de tantos eventos, encabezado por el exinsurrecto jefe chihuahuense Pascual Orozco, la columna federal mexicana, al mando del general Victoriano Huerta utiliz� una peque�a unidad a�rea con fines de patrullaje en su campa�a contra el principal ej�rcito rebelde en Chihuahua. Esta unidad consisti� en un par de aviones monomotores Moissant Bl�riot, de 60 caballos de vapor uno y 100 el otro. Estas m�quinas eran piloteadas por el aviador estadounidense John H�ctor Worden y el piloto mexicano Francisco Alvarez, respectivamente. Como la m�quina de Alvarez se accident� durante un vuelo de pr�ctica en las afueras de Torre�n, realmente s�lo el avi�n de Worden lleg� a participar en combate en alguna medida.2
Si bien es cierto que el ej�rcito de Huerta derrot� a los Orozquistas en varios enfrentamientos, la rebeli�n contra Madero no ces�. En febrero de 1913, una revuelta dirigida por unidades disidentes del ej�rcito acantonadas en la Ciudad de M�xico, provoc� la renuncia de Madero y su posterior ejecuci�n. Esta rebeli�n cont� con la ayuda del embajador estadounidense Henry Lane Wilson; adem�s de algunos oficiales claves de la guarnici�n, incluyendo al mismo General Huerta, que se hab�an unido a los rebeldes.
En cuanto se supo del golpe de estado, la mayor�a de los gobernadores t�citamente reconocieron a Huerta como su nuevo presidente. Sin embargo, Venustiano Carranza gobernador de Coahuila se encarg� de convencer a los diputados estatales de que la toma del poder por Huerta era inconstitucional. M�s tarde se las agenci� para reunir los fondos y obtener las atribuciones necesarias para acaudillar una revuelta como Primer Jefe, en contra de Huerta. A Carranza se le uni� Ignacio Pesqueira, a quien la Asamblea Legislativa Estatal hab�a designado gobernador interino de Sonora en sustituci�n del Gobernador Jos� Mar�a Maytorena, quien hab�a partido hacia Tucson, Arizona con una licencia de seis meses.
Casi inmediatamente, estos rebeldes “Constitucionalistas” trataron de contrabandear aeroplanos por la frontera en un intento por proporcionar apoyo a�reo a sus dispersos grupos armados que combat�an en el norte de M�xico. Uno de los aeroplanos adquiridos de este modo, un bimotor Martin Pusher equipado con un motor Curtiss de 75 caballos de vapor, pas� a formar parte del armamento de guerra del Cuerpo del Noroeste de �lvaro Obreg�n. Con este avi�n, piloteado por el franc�s Didier Masson y el mexicano Gustavo Salinas Cami�a, se llevaron a cabo varios bombardeos en el verano de 1913 y la primavera de 1914. Como parte de las operaciones rebeldes en las regiones noroeste de Sinaloa y Nayarit, los aviones atacaron varios grupos de fuerzas navales y de infanter�a. Otros tres aviones monomotores militares Moisant en t�ndem, dise�ados por Harold Kantner para la Escuela de Aviaci�n Moisant y Compa��a, fueron despachados a Chihuahua para unirse a aquella porci�n de las fuerzas Constitucionalistas conocida como la Divisi�n del Norte, encabezada por Doroteo Arango, conocido como: Francisco “Pancho” Villa. Estos aeroplanos no tuvieron que ser contrabandeados puesto que el embargo de armas impuesto por la Administraci�n del Presidente Taft en 1912 hab�a sido suspendido el 4 de febrero de 1914. Kantner entreg� los monomotores Moisant y realiz� los vuelos de prueba. No obstante, debido a que posteriormente Carranza se separ� de Villa, estos aviones nunca fueron utilizados por la Divisi�n del Norte sino m�s bien por las fuerzas Constitucionalistas que permanecieron leales al Primer Jefe.3
Las victorias de Villa sobre las fuerzas Huertistas en el norte de Chihuahua fueron noticia de primera plana en los peri�dicos de Estados Unidos y otros pa�ses. Luego de que Villa se anot� una serie de triunfos — incluyendo el asalto sorpresivo y consecuente captura de Ciudad Ju�rez a mediados de noviembre de 1913, la derrota de una fuerza federal enviada a retomarse la ciudad y la violenta toma de Ojinaga el 10 de enero de 1914 — miles de voluntarios se unieron a su afamado grupo armado conocido como la Divisi�n del Norte. A mediados de marzo, el ej�rcito Villista comenz� su marcha contra la casamata de los Huertistas en Torre�n, Coahuila, un importante centro ferroviario. Entre tanto, la Divisi�n del Norte hab�a comprado, de una de las primeras f�bricas de aeronaves dirigida por Glenn H. Curtiss en California, un bimotor de dos plazas. Se ten�a planeado utilizar esta aeronave para llevar a cabo misiones de patrullaje y bombardeo en la campa�a para apoderarse de Torre�n.4
No fue por iniciativa de Villa que se cre� esta unidad a�rea. Villa, siendo un jinete de experiencia y habiendo trabajado en faenas del campo, naturalmente prefer�a la caballer�a como instrumento de combate. A diferencia de ciertos otros caudillos revolucionarios, tales como Francisco I. Madero, Villa nunca hab�a volado en un aeroplano. En el transcurso de las subsecuentes campa�as en Chihuahua y el norte de M�xico, Villa dej� al descubierto su falta de conocimientos relacionados con los peculiares problemas de la aviaci�n. En una ocasi�n, sus pilotos le informaron que no podr�an volar sobre la sierra chihuahuense por la poca visibilidad a causa de la neblina. Villa estuvo en desacuerdo con ellos, insistiendo en que si �l pod�a ver lo suficiente como para cruzar las monta�as sobre un caballo, ellos deber�an poder hacer lo mismo montados en sus aeroplanos.5 Sin embargo, estuvo dispuesto a experimentar con otras modalidades de combate y comparti� un poco del entusiasmo de su hermano Hip�lito, en relaci�n con la posibilidad de poder emplear los aeroplanos como armamento de guerra.6
Uno de los pilotos contratados por los agentes de Villa para negociar la compra de los bimotores Curtiss y pilotearlos fue el Estadounidense Edwin Charles Parsons. Nacido en Holyoke, Massachusetts, en 1892, Parsons asisti� a la escuela p�blica de Springfield, Massachusetts, y a la Academia Phillips Exeter en New Hampshire. Estudi� por alg�n tiempo en la Universidad de Pensilvania y luego se traslad� al sur de California donde se gan� la vida como vaquero y minero.
Con el apoyo de Glenn Curtiss, Parsons aprendi� a volar en el Aer�dromo Dom�nguez cerca de los Angeles. A principios de 1914, el joven aviador se sinti� lo suficientemente capacitado como para aceptar la oferta que le hab�an hecho los agentes Villistas que andaban por esa ciudad. Parsons se dirigi� a El Paso donde se encontr� en el Hotel Orndorf en la Plaza Central con Ra�l Madero y un aviador de nombre Jefferson De Villa, oriundo de la Isla de Martinica en el Caribe pero de ascendencia francesa y espa�ola. Despu�s de unos cuantos tragos en el bar del hotel, los tres estuvieron de acuerdo en que Parsons y De Villa ser�an los pilotos de la incipiente fuerza a�rea de la Divisi�n del Norte y que actuar�an como instructores de vuelo de un grupo selecto de oficiales Villistas.7 A De Villa se le design� L�der de Escuadrilla con un salario de $250.00 al mes, mientras que a Parsons se le prometieron $200 mensuales. Sus remuneraciones ser�an en oro y por adelantado. Tambi�n recibir�an otros dineros en concepto de vi�ticos.8
Durante la operaci�n de la Divisi�n del Norte contra Torre�n y la regi�n de La Laguna, del 22 de marzo al 2 de abril, Parsons y De Villa realizaron misiones de patrullaje y bombardeos sobre las posiciones defensivas de los federales. Los dos aviadores se turnaban el puesto de piloto: mientras uno piloteaba misiones de patrullaje, el otro descansaba en el campamento. El da�o que lograron causar al enemigo fue m�nimo a causa de su inexperiencia en el lanzamiento de bombas a gran altitud y al hecho de que los pilotos ten�an que soltar las bombas con una mano mientras con la otra manipulaban el tren de aterrizaje del avi�n.9
Pancho Villa a la cabeza de su ej�rcito en 1916.
(Todas las fotograf�as por cortes�a del autor)
Parsons y De Villa tambi�n se empe�aban en llevar a cabo sus funciones como instructores de vuelo de algunos oficiales Villistas. Los resultados no fueron muy alague�os por varias razones: las exigencias impuestas por la campa�a del momento, la dificultad para ense�ar en esas aeronaves y la falta de experiencia de los dos pilotos extranjeros. Y adem�s, por la falta de entusiasmo de los alumnos para aprender a volar, seg�n observ� Parsons:
Le ten�an miedo mortal a los aviones y no los culpo — yo no me sent�a muy a gusto en ellos tampoco. Pod�a meterlos en la cabina y darles clases de instrumentos, pero eran muy pocos los que se animaban a volar conmigo. Aquellos que lo hicieron iban asustados, petrificados, mareados y lanzando gritos de “�Madre de Dios!” y otras cosas que no me atrevo a repetir. Cuando aterrizaba, el ocasional alumno se hac�a el muy macho delante de sus amigos, pero era casi imposible convencerlo de volver a volar.10
Durante la subsiguiente campa�a de la Divisi�n del Norte contra Zacatecas en junio de 1914, Parsons se vio obligado a hacer un aterrizaje forzoso caus�ndole da�os a su avi�n. Para poder repararlo ten�a que volver a la frontera a comprar un nuevo motor y otras piezas. Para entonces, estaba harto de los peligros y las incomodidades sufridas en la campa�a. Cabe agregar que, el propietario de una tabaquer�a en el Hotel Palace, de origen alem�n, le dijo que en la eventualidad de una guerra entre Villa y los Estados Unidos, Parsons, como mercenario, corr�a el riesgo de ser puesto en prisi�n o ejecutado a manos de los rebeldes. Al llegar a Ciudad Ju�rez, hizo los arreglos para despachar lo que De Villa necesitaba para reparar el avi�n, se mont� en el tranv�a de El Paso y nunca regres� a M�xico. Poco tiempo despu�s De Villa tambi�n renunci� a su cargo poniendo as� fin al primer cuerpo a�reo Villista.11
Pese a que los aportes de esta peque�a unidad fueron muy limitados, hay que admitir que abri� el camino para un servicio a�reo de mayor alcance durante el siguiente conflicto entre las facciones revolucionarias. Quiz� lo m�s importante de todo esto es que los l�deres Villistas conocieron el potencial que representaba la aviaci�n para los fines militares. 
Las ejecuciones eran comunes en tiempos de la revoluci�n.
La campa�a de la Divisi�n del Norte contra el r�gimen de Huerta termin� con la ca�da de Zacatecas el 24 de junio de 1914. Para esa fecha, serias diferencias hab�an surgido entre Villa y Carranza como Primer Jefe del Ej�rcito Constitucionalista. Carranza no hab�a cesado en su intento por minar el aporte de Villa a la lucha. Villa obstinadamente resist�a todo esfuerzo de Carranza por subordinarlo a �l y a sus hombres a la autoridad de Obreg�n y a que se le impusieran los oficiales que deb�an formar parte de la Divisi�n del Norte. Mientras tanto, se establec�an contactos entre los Villistas y los rebeldes Zapatistas en el sur y centro de M�xico. A partir de la ocupaci�n de Veracruz por parte de las fuerzas estadounidenses, Carranza reprendi� a Villa por haberle manifestado a George C. Carothers, el agente especial del Departamento de Estado en M�xico, sus deseos de mantener una relaci�n de paz entre su pa�s y los Estados Unidos. El antagonismo entre los dos l�deres estall� a principios de junio de 1914 cuando Villa se rehus� obedecer la orden de Carranza de enviar un contingente de sus tropas a socorrer a P�nfilo Natera, otro general Constitucionalista que ten�a a Zacatecas sitiada. Por el contrario, Villa, acompa�ado de toda la Divisi�n del Norte, march� al sitiado pueblo y comand� personalmente el ataque a la ciudad. Para vengarse, Carranza suspendi� todo tr�fico ferroviario entre Aguascalientes y Monterrey. Al cort�rsele el suministro de carb�n y quedar sus tropas inmovilizadas, las tropas de Villa no pudieron participar en la campa�a final contra las fuerzas federales, que se rindieron el 13 de agosto.12
Por otro lado, Jos� Mar�a Maytorena hab�a regresado a Sonora a retomar su viejo puesto de Gobernador. Maytorena, amigo personal de Villa, encontr� oposici�n por parte de Obreg�n y los otros militares sonorenses que hab�an dirigido la campa�a en contra de las fuerzas Huertistas en el noroeste durante su ausencia. Los elementos para un conflicto civil estaban dados dentro de Sonora y otras regiones del pa�s entre las fuerzas leales a Maytorena y Villa y aquellos que apoyaban a Obreg�n y a Carranza. El 22 y 23 de septiembre, Villa y Maytorena repudiaron p�blicamente la autoridad de Carranza e invitaron a los otros l�deres Constitucionalistas a un�rseles. Villa comenz� entonces a desplazar sus tropas hacia el sur.
En un intento por limar las asperezas entre los jefes revolucionarios, Lucio Blanco, Eduardo Hay y otros generales propusieron una reuni�n entre los l�deres civiles y los oficiales militares que deb�a realizarse en Aguascalientes el 1� de octubre. Esa ciudad era considerada territorio neutral puesto que en ella no hab�a guarnici�n de ninguna de las facciones en conflicto. La convenci�n, as� convocada, exig�a las respectivas renuncias de Carranza como Primer Jefe y de Villa como Comandante de la Divisi�n del Norte. Sin embargo, Eulalio Guti�rrez, el presidente provisional escogido por los representantes a la Convenci�n nominaron a Villa para encabezar las fuerzas revolucionarias combinadas, en tanto que Villa propuso a uno de sus subordinados, Jos� Isabel Robles, para comandar la Divisi�n del Norte. Carranza rehus� renunciar al puesto de Primer Jefe a menos que Villa se retirase del ej�rcito. Su exigencia estaba respaldada por Obreg�n y ciertos otros generales. Para mediados de noviembre de 1914 hab�a estallado la guerra entre los principales grupos revolucionarios.13 
La campa�a de Torre�n y Zacatecas, marzo–junio de 1914.
Cada facci�n comenz� la tarea de restablecer unidades a�reas nuevas y mejoradas. Con una variedad de aeronaves — incluyendo adem�s de los monomotores de Kantner, un Farman, Bleriot y Deperdussin confiscado a la compa��a tabacalera El Buen Tono en Ciudad de M�xico, el bimotor Martin que Masson y Salinas Cami�a hab�an piloteado en el noroeste de M�xico y el viejo Huntington que le hab�a pertenecido al ej�rcito federal — la Primera Flotilla Constitucionalista tomaba forma gradualmente. Junto con el resto de las fuerzas Constitucionalistas, esta unidad pronto fue transferida al puerto de Veracruz, seleccionado por Carranza como base de operaciones. El 5 de febrero de 1915 se le cambi� oficialmente el nombre a Arma de Aviaci�n Militar y se la coloc� bajo el mando del Mayor Alberto Salinas Carranza, y se asign� al rumano George Pufflea y al estadounidense Charles F. Niles como pilotos.14
El cuerpo a�reo Constitucionalista as� reconstruido particip� en la campa�a del General Salvador Alvarado contra la rebeli�n encabezada por el Coronel Abel Ort�z Argumedo en Yucat�n. M�s tarde se le emple� para reforzar la defensa del Gen. Jacinto B. Trevi�o en El Ebano, una estaci�n en la l�nea del ferrocarril que conduc�a a los campos petroleros de Veracruz y Tamaulipas.15 Esta flotilla en ning�n momento entr� en contacto con la aviaci�n enemiga, porque, como se ver� m�s adelante, estos operaban en otras zonas de combate.
Los Villistas tambi�n hab�an estado ocupados reconstruyendo su viejo cuerpo de aviaci�n. Hip�lito, el hermano de Villa, procurador de la Divisi�n del Norte, hab�a quedado impresionado con la demostraci�n de un avi�n que el piloto estadounidense Eugene “Wild” Bill Heth le hab�a hecho en el Paso en febrero de 1915. Hip�lito hizo los arreglos preliminares con John S. Berger, gerente de la compa��a, quien fue quien hab�a montado el espect�culo a�reo de Heth, para la compra de tres aviones Wright Modelo B. Tambi�n se adquirieron otros aviones, un “Wright con fuselaje”, un Wright SS y un Christofferson. Sin embargo, la mayor�a de los aviones adquiridos por los Villistas en los Estados Unidos eran obsoletos y estaban en malas condiciones.16
Los Villistas contrataron a algunos aviadores estadounidenses para pilotear estas naves. Se les pagaba $500 en oro al mes por sus servicios y un bono por cada combate.17 Estos hombres peleaban tanto por razones pecuniarias como por su amor a volar. Ellos y los otros 250 aviadores certificados del Club A�reo de Am�rica estaban pasando problemas para conseguir trabajo en su pa�s porque el Gobierno de los Estados Unidos no respaldaba muy de lleno los proyectos de aviaci�n civil.18
La Divisi�n del Norte reclut� a Lester P. Barlow, estadounidense experto en explosivos como ingeniero militar en 1914. Barlow organiz� un aer�dromo m�vil que consist�a en un tren equipado especialmente para transportar y dar mantenimiento a las aeronaves. El tren llevaba plataformas donde se colocaban los aeroplanos y los autom�viles, un taller mec�nico, cama coches, comedores y cuartos de recreaci�n para los pilotos (equipados con todas las comodidades de la �poca, incluso una victrola), vagones llenos de municiones y otros suministros y un vag�n blindado y artillado para defender al convoy en caso de ataque.19 Un joven piloto de Santa Barbara, California de nombre Lowel H. Smith, que m�s tarde particip� en una competencia a�rea alrededor del mundo, era entonces el ingeniero de mantenimiento de la flotilla de aviones.20
Didler Masson al tim�n del bimotor Sonora que �l vol� durante la campa�a
Los Villistas lanzaban bombas Schneider de 75 mm que pesaban entre seis y siete kilogramos cada una, fabricadas en los talleres del ferrocarril en Aguascalientes bajo la supervisi�n de Barlow. Estos proyectiles estaban dotados de estabilizadores verticales e iban cargados de dinamita, nitroglicerina gelatinosa o p�lvora. Se utilizaba un sencillo cartucho de rifle, extra�da la bala, como detonador que luego se insertaba en el remedo de bomba al momento de ser lanzada del aeroplano. Tambi�n usaban proyectiles de ocho y nueve kilogramos llenos del mismo tipo de explosivos. Estos ten�an forma de pera y llevaban estabilizador vertical como las otras.21
La modalidad de lanzar bombas desde el aire era bastante primitiva e improvisada. Los pilotos de los anticuados bimotores Wright soltaban las bombas a trav�s de una abertura en el piso entre los pies. En los aviones de dos plazas, las bombas las lanzaba el pasajero al cortar la soga que las sujetaba a un primitivo portabombas que llevaba a su lado.22 En estas circunstancias era muy dif�cil dar en el blanco, adem�s de que no todas las bombas estallaban al hacer impacto. Cabe agregar que este tipo de bombardeo demostr� ser una experiencia aterradora para aquellos en tierra, como nos relata Lawrence Brown, un piloto estadounidense que vol� para la facci�n de los Constitucionalistas: “algunas de las bombas eran muy efectivas, y otras no serv�an del todo, pero todas ten�an el mismo efecto psicol�gico devastador”.23
Al comienzo de la lucha entre los Carranzistas y las facciones Convencionistas, la flotilla de los Villistas ten�a su base en Monterrey a fin de apoyar a la ofensiva de la Divisi�n del Norte que pretend�a ganar control de los estados del nordeste y las zonas productoras de petroleo en la costa del Golfo. Desde un improvisado aer�dromo en las afueras de la ciudad, los pilotos hac�an numerosos vuelos a Saltillo y Torre�n y vuelta, llevando mensajes a los comandantes de guarnici�n de esos poblados y a aquellos oficiales Villistas que realizaban operaciones militares en las regiones centrales y occidentales de la Rep�blica. Esto fue necesario porque la l�nea de ferrocarril entre esos puntos hab�a sido destruida por las tropas Constitucionalistas en retirada. Cuando sus servicios no eran requeridos para fines de comunicaciones, los pilotos Villistas realizaban vuelos de exhibici�n para el deleite de los espectadores militares y civiles.24 El trabajo no dejaba de tener sus riesgos, tal como relata el piloto Villista Howard M. Rinehart:
El peligro de estos vuelos resid�a no tanto en la hostilidad enemiga, pese a que ocasionalmente descubr�a un agujero de bala en una de las alas, sino de las mismas tropas de Villa. Hasta en los vuelos de mensajer�a nos encontr�bamos rodeados de tropas a la hora de aterrizar, y fuimos siempre muy afortunados de no haber perecido a manos de las tropas que nos disparaban al aterrizar, puesto que ellos no ten�an forma de saber que Villa ten�a un avi�n y �ste no portaba ning�n distintivo. 25
Campa�a a�rea Villista en el nordeste de M�xico, febrero mayo de 1915.
En marzo de 1915, la flotilla se traslad� a una base adelantada muy improvisada en Tamaulipas, en donde su misi�n consist�a en realizar vuelos de reconocimiento sobre las guarniciones Constitucionalistas en el puerto de Tampico y en realizar ataques contra barcos de carga en Veracruz y otros pueblos en poder de los Carranzistas a lo largo de la costa del Golfo.26 Durante el sitio de Matamoros que realiz� el general Villista Jos� E. Rodr�guez, una parte de la flotilla realiz� misiones de reconocimiento y bombardeo sobre las posiciones Constitucionalistas. En el curso de uno de estos vuelos, Heth y su mec�nico, Jack Knight, cruzaron la frontera con Estados Unidos sobre Brownsville, Texas, para luego hacer arreglos con las autoridades militares estadounidenses para devolver el avi�n a la principal base a�rea de la Divisi�n del Norte en Monterrey.27
Para finales de mayo, las fuerzas Villistas en el nordeste hab�an desistido de derrotar a las fuerzas de defensa Constitucionalistas en El �bano. Mientras estuvieron en Monterrery la flotilla a�rea hab�a desempe�ado un papel muy importante, aunque limitado, como medio de comunicaci�n. Su papel m�s activo como fuerza beligerante en Tamaulipas, si bien de mucha utilidad como unidad adscrita a las fuerzas terrestres de Villa, tambi�n fue bastante limitado en alcance. Esto se debi� en parte al tama�o de la unidad y al estado rudimentario en que se encontraba la aviaci�n militar en esos d�as. A�n antes de ser rechazadas sus fuerzas en el nordeste, ya Villa hab�a comenzado a retirar unidades, incluso a la flotilla a�rea, en anticipaci�n a un ataque contra el reci�n organizado Ej�rcito de Operaciones al mando de Obreg�n; el cual, entre tanto, avanzaba procedente de la Ciudad de M�xico hacia el noroeste a lo largo de la l�nea ferroviaria.28 Aunque el ej�rcito Villista hab�a sido derrotado y sufrido numerosas bajas en las batallas libradas en Celaya, Guanajuato, durante los primeros d�as de abril, hizo un segundo intento de aplastar a las fuerzas de Obreg�n en las batallas de Trinidad y Le�n, unas semanas despu�s, con iguales resultados funestos.
La flotilla a�rea Villista entr� en combate durante la �ltima parte de la lucha realizando bombardeos y misiones de reconocimiento. Tambi�n sufri� all� su primera p�rdida cuando el avi�n piloteado por Farhum T. Fish fue v�ctima de francotiradores Yaquis que le dispararon desde las trincheras enemigas.29 Vi�ndose herido en una pierna, el joven piloto tuvo que aterrizar. Al verse impedido, Fish decidi� regresar a los Estados Unidos y fue reemplazado por el aviador estadounidense George M. Keightley.30
La flotilla a�rea de los Villistas sufri� otras p�rdidas en el combate que tuvo lugar sobre estos dos pueblos y sus alrededores. Un domingo en la tarde a principios de mayo de 1915, durante un vuelo de exhibici�n organizado para divertir a las tropas Villistas en su campamento en Aguascalientes, una intempestiva r�faga de viento derrib� el avi�n de Newel M. McGuire perdiendo as� la vida.31 Otro piloto estadounidense, Jack Mayes, que hab�a arribado a Aguascalientes con uno de los m�s recientes modelos de bimotor Curtiss falleci� durante un vuelo de prueba al apag�rsele el motor y yendo a dar contra un muro de adobe ubicado en el mismo aer�dromo donde McGuire hab�a perdido la vida.32
Otros aviadores estadounidenses llegaron como refuerzos para la escuadrilla: J. Floyd Smith con su mec�nico, W. E. “Billy” Gibson; Gover Cleveland Bergdoll, y William Anthony “Sailor” Lamkey. La Divisi�n del Norte, con sus fuerzas notablemente disminuidas, se lanzaron sobre Aguascalientes en un desesperado intento por detener el avance de Obreg�n. Dotado de nuevos pilotos y de aviones m�s poderosos, la flotilla a�rea de Villa estaba en mejor capacidad de realizar misiones de reconocimiento y bombardeo en relaci�n con la defensa de este centro ferroviario de importancia estrat�gica.
Operaciones a�reas Villistas en la regi�n central de M�xico, abril julio de 1915
Durante la batalla por conquistar la ciudad, Lamkey vol�, acompa�ado de Barlow como observador y bombardero, un bimotor Mart�n Tractor TT, uno de los modelos m�s avanzados de la �poca.33 Pese a dicha mejora t�cnica, sus esfuerzos y los de aquellos que integraban las fuerzas terrestres de la Divisi�n del Norte no fueron suficientes para impedirle a los hombres de Obreg�n tomarse el pueblo el 10 de julio de 1915.34
Echados de Aguascalientes, la diezmada Divisi�n del Norte se vio obligada a retirarse hacia el norte v�a Zacatecas y Torre�n. Al llegar a Torre�n, los otros aviadores, Barlow y Berger incluidos, solicitaron su licenciamiento y regresaron a los Estados Unidos. Los aviones que no sufrieron da�o o destrucci�n durante el combate fueron capturados en Ciudad Ju�rez en diciembre de 1915 por las fuerzas expedicionarias Constitucionalistas comandadas por el general Jacinto B. Trevi�o, quien le hab�a seguido la pista al ej�rcito Villista en su retiro de Torre�n hacia el norte. El bot�n, consistente en tres bimotores Wright y un Main fueron despachados a Ciudad M�xico, a donde llegaron en mayo de 1916.35
Durante el per�odo de luchas intestinas, otros aviadores estadounidenses prestaron sus servicios en la regi�n de Sonora con las fuerzas simpatizantes a Villa bajo el mando de Maytorena. Luego de la derrota de las fuerzas del general Constitucionalista Benjamin Hill bajo las ordenes directas del Coronel Arnulfo R. G�mez en Estaci�n Mart�nez el 25 de septiembre de 1914, �ste y sus hombres regresaron a Naco donde establecieron su cuartel general y levantaron sitios de defensa. Los Constitucionalistas se vieron forzados a abandonar Cananea y otros pueblos en la regi�n norte del estado, hasta que s�lo Naco y Agua Prieta quedaban bajo su gobierno. Hill orden� la concentraci�n de sus tropas en Naco a donde lleg� el 26 de septiembre mientras el General de Brigada Plutarco El�as Calles se hac�a cargo de la defensa de la guarnici�n de Agua Prieta.36
El 2 de octubre, las fuerzas de Maytorena iniciaron el sitio de Naco que dur� m�s de tres meses.37 El piloto estadounidense Philip Rader ayud� a los sitiadores realizando misiones de reconocimiento y misiones de bombardeo sobre el pueblo en un bimotor Christofferson. La guarnici�n Constitucionalista en Naco ten�a su paraguas a�reo en el aviador estadounidense Dean Ivan Lamb, a quien los agentes de Carranza hab�an contratado en Arizona. Lamb realiz� varios vuelos de observaci�n en la vecindad de Naco en su bimotor Curtiss D. Pusher, y realiz� tambi�n varios bombardeos a�reos contra las trincheras de los sitiadores.38 En una ocasi�n, Rader se encontr� con Lamb en el espacio a�reo sobre Naco y se enfrasc� con �l en un duelo a pistolas por cerca de veinte minutos. Lamb describi� as� el combate en sus memorias:
El General “Pancho” Villa con sus tropas en Tacuba, M�xico.
Temprano una ma�ana mientras realizaba un vuelo de reconocimiento divis� el avi�n enemigo y me lanc� en su direcci�n. Cuando estuve cerca de la m�quina lo suficiente para leer sus distintivos el piloto se levant� los lentes protectores. Sin lugar a dudas era Phil Rader. El pareci� reconocerme y al tratar de acercarme m�s casi que chocamos. R�pidamente se alej� con una maniobra escarpada y brusca mostr�ndome su pu�o y luego enderez� su avi�n en vuelo paralelo. Sac� su pistola y dispar� para abajo hacia mi avi�n ... Por no quedarme atr�s, hice lo mismo y le dispar� dos veces. Nuevamente se enderez� y siguiendo mi ejemplo, me dispar� dos veces. Luego nos disparamos una y otra vez hasta que casi al mismo tiempo nos quedamos sin municiones ... Nos acercamos con la idea de continuar la “batalla” pero vi a Rader enfundar su pistola y despedirse con la mano... En cinco minutos est�bamos directamente sobre el pueblo (de Naco) y lo vi bajar de picada. Yo le puse la mira a una cierta cantina que detestaba y le dispar�. Para cerrar con broche de oro le solt� los �ltimos dos disparos a las Oficinas de Aduana de los Estados Unidos, como asunto de principio, porque la gente de Aduanas son siempre una pesadilla. Una vez que nos encontramos al oeste del pueblo recargamos y regresamos a Naco donde repetimos el procedimiento de dispararle a cualquier cosa que nos viniera en gana. Phil me dijo adi�s con la mano y enfil� recto hacia el este mientras que yo volv� sobre Naco y aterric� porque me estaba quedando sin combustible.39
El “duelo” entre Lamb y Rader era t�pico de los primeros combates a�reos que ocurrieron en el frente occidental Europeo, en donde la limitaci�n impuesta por el armamento, aunado a una cierta “caballerosidad” en el combate, no hizo de los encuentros a�reos un asunto m�s mortal, como se torn� posteriormente. La narraci�n de Lamb de la “batalla a�rea” debe aceptarse con cierto grado de escepticismo en vista de la falta de documentos para corroborar su testimonio. De haber sucedido tal como �l lo describe, debe ser, sin lugar a dudas, uno de los primeros episodios de su clase en el continente americano.
Despu�s de unas cuantas semanas, Rader solicit� que se le concediera su licenciamiento de las fuerzas de Maytorena. Por esta �poca, Lamb y su mec�nico, un estadounidense de nombre Smith, tambi�n se retiraron de conflicto. Los cilindros de los motores de sus aeronaves no s�lo estaban congestionados con el polvo del desierto, sino que el inventario de bombas tambi�n se reduc�a y sus salarios se atrasaban cada vez m�s. Sin pedir formalmente su licenciamiento, los dos hombres cruzaron la frontera y se encaminaron hacia California a buscar trabajo. Sin embargo, ni Rader ni Lamb hab�an perdido el gusto por el combate, seg�n se supo algunos meses m�s tarde cuando ambos se unieron al Cuerpo de Aviadores de la Real Fuerza Brit�nica con el fin de participar en los combates a�reos que se estaban dando en Francia y B�lgica.40
El sitio de Naco termin� el 11 de enero de 1915, cuando el gobierno de los Estados Unidos, a trav�s de sus autoridades militares en el suroeste, presionaron a Villa para que aceptara un convenio de neutralidad del pueblo. La feroz lucha hab�a infligido una considerable p�rdida de vidas, un sinn�mero de heridos y ocasionado da�os materiales en la vecina poblaci�n de Arizona. De conformidad con el convenio, Calles, quien el 11 de diciembre de 1914 hab�a reemplazado a Hill como comandante en jefe de las fuerzas Constitucionalistas en Sonora, abandon� Naco con los 1,500 hombres bajo su mando y se dirigi� a Agua Prieta, adonde lleg� el 1� de febrero de 1915. Maytorena retir� sus tropas a Nogales, Cananea y Fronteras.41
La campa�a de Sonora, septiembre –diciembre de 1915
Reforzado con las tropas del 22� Regimiento de Caballer�a bajo el mando del Coronel L�zaro C�rdenas, Calles pudo derrotar a las fuerzas de Maytorena en varios encuentros librados en el nordeste de Sonora, en la primavera y verano de 1915.42 En el curso de esta campa�a, el piloto estadounidense James M. Dean, acompa�ado de su compatriota William Gleason en calidad de observador, realiz� misiones de reconocimiento y bombardeo a nombre de la guarnici�n de Maytorena, comandada por el general Jos� Mar�a Acosta en Nogales. Los dos aviadores prestaron sus servicios con la guarnici�n de Nogales hasta el 26 de julio de 1915. Una falla mec�nica los oblig� a aterrizar caus�ndole da�os irreparables a su avi�n. Afortunadamente los dos aviadores sobrevivieron al accidente sufriendo apenas peque�os rasgu�os que no les impidi� regresar a los Estados Unidos.43
Los Constitucionalistas tampoco dispusieron de gran apoyo a�reo durante esta campa�a. De febrero a agosto de 1915, el piloto estadounidense Lawrence W. Brown realiz� de tres a cinco bombardeos y misiones de reconocimiento semanales en un avi�n Christofferson. Le acompa�aron alternadamente en estos vuelos el Teniente Coronel Jes�s Mar�a Aguirre, jefe de artiller�a y el Mayor Paulino Navarro, como observadores. Los aviadores y sus aeronaves tambi�n apoyaron al general Plutarco El�as Calles en su intento por imponer la ley seca en los pueblos a lo largo de la frontera por el lado de Sonora. Despu�s de caer enfermo con fiebre tifoidea por esta �poca, Brown regres� a su hogar en Los Angeles.
A diferencia de los aviadores que participaron en el sitio de Naco, los pilotos de las fuerzas opositoras nunca entraron en combate a�reo sobre el territorio de Sonora. Pero el h�bito de la infanter�a — sea que pertenecieran a Maytorena o a las fuerzas Constitucionalistas — de disparar a los aviones, representaba una constante amenaza. “Las tropas” dec�a Brown, “acostumbraban dispararme cuando volaba a baja altitud. En total, mi avi�n ten�a m�s de 100 agujeros de bala, pero solamente una de ellas dio en un punto cr�tico — el tanque de combustible.”44
A principios de octubre de 1915, Maytorena hab�a huido hacia los Estados Unidos dejando a Calles y sus fuerzas en control de la regi�n norte�a de Sonora. Durante la segunda parte de septiembre, Villa, en un intento por recobrar el dominio del noroeste, se lleg� hasta Sonora procedente de Chihuahua con una columna de m�s de 12,000 hombres, obligando a Calles a retroceder con sus efectivos hasta Agua Prieta. Poco despu�s de haber reconocido de hecho el gobierno de Carranza el 19 de octubre, el gobierno de los Estados Unidos, ayud� a las fuerzas Constitucionalistas en Sonora permiti�ndole a unos 4,000 hombres al mando de Francisco R. Serrano, jefe de estado mayor de Obreg�n, cruzar la frontera, en un momento cr�tico durante el sitio que los Villistas le ten�an puesto a Agua Prieta (1–2 de noviembre de 1915). Rechazado por la reforzada guarnici�n de Calles, Villa, con una peque�a fuerza de aproximadamente 5,000 efectivos avanz� hasta Hermosillo, pero fue derrotado en El Alamito y luego en las afueras de la misma capital (el 10 y 13 de noviembre, respectivamente) por un columna de Constitucionalistas al mando del general Manuel Di�guez que hab�a llegado a Guaymas procedente de Jalisco. Hubo otras derrotas y para mediados de diciembre de 1915, Villa y sus pocos hombres hab�an vuelto al Estado de Chihuahua desde donde realiz� una campa�a de guerrilla contra los ej�rcitos Constitucionalistas durante los siguientes cinco a�os.45
El general Villa sobre su famoso caballo “Siete Leguas”.
Pese a haber peleado en favor de una causa perdida, las diferentes flotillas a�reas Villistas organizadas durante 1914–1915 dejaron una fuerte y perdurable impresi�n entre los soldados revolucionarios y la poblaci�n de la regi�n norte�a de M�xico en general, donde muchos tuvieron su primera visi�n de una m�quina voladora. El popular corrido titulado “La persecuci�n de Villa” contiene un verso dedicado a la nueva arma:
Pancho Villa ya no anda a caballo
ni su gente tampoco andar�
Pancho Villa es due�o de aeroplanos
y los alquila con gran comodidad.46
Mariano Azuela, en su novela, Los de abajo, describe, de manera similar, no sin alguna exageraci�n, la destrucci�n ocasionada por los ataques a�reos de los aeroplanos Villistas.
!Ah, los aeroplanos! Abajo, as� de cerquita, no sabe usted que son; parecen canoas, parecen chalupas; pero que comienzan a subir, amigo, y es un ruidazo que lo aturde. Luego algo como un autom�vil que va muy recio. Y haga ust� de cuenta un p�jaro grande, muy grande, que parece de repente que ni se bulle siquiera... adentro de ese p�jaro un gringo lleva miles de granadas... Llega la hora de pelear, y como quien les riega ma�z a las gallinas, all� van pu�os de plomo pa’l enemigo... Y aquello se vuelve un camposanto: muertos por aqu�, muertos por all�, y !muertos por todas partes!47
Al evaluar el papel de la flotilla a�rea de Villa durante el per�odo que abarca este art�culo, se ha demostrado que por raz�n del relativamente peque�o tama�o de los contingentes en cuesti�n, as� como del estado rudimentario de la aviaci�n militar en ese tiempo, el trabajo de reconocimiento y bombardeo que ellos realizaron no fue suficiente para influir de manera decisiva en el desenlace de ning�n encuentro en particular. Cuando la revoluci�n estall� en 1910, solamente hab�an transcurrido siete a�os desde la invenci�n del aeroplano, y el combate a�reo estaba todav�a en pa�ales. No fue sino hasta 1916, durante la Primera Guerra Mundial en Europa, cuando las innovaciones tecnol�gicas y la evoluci�n de los mismos aeroplanos, transformaron al avi�n en una verdadera arma ofensiva y defensiva. En el curso de ese conflicto mundial, las aeronaves fueron equipadas con ametralladoras, ca�ones, cohetes y balas incendiarias (para atacar dirigibles y globos de observaci�n) permitiendo as� medios m�s eficaces de combate a�reo. Posteriormente se concibieron t�cnicas de bombardeo m�s precisas que luego se utilizaron conjuntamente con la fotograf�a a�rea para detectar la artiller�a enemiga.
En el caso de la Revoluci�n Mexicana en particular, los l�deres de las fuerzas contendientes, por falta de capital, enfrentaron siempre problemas para mantener suplidas sus tropas de rifles y municiones. Por esa raz�n, mal pod�an haberse dado el lujo de formar y mantener escuadrillas a�reas cuyos motores deb�an importarse del extranjero.
Pese al peque�o papel que el avi�n pudo haber representado en la revoluci�n Mexicana, hay que reconocer que con ellos se logr� estimular el inter�s y el entusiasmo por la aviaci�n en un pa�s que hab�a despertado a los primeros vuelos de los pilotos mexicanos Alberto Braniff y Miguel Lebrija en 1910. Para el 15 de abril de 1916, con el establecimiento del Departamento de la Aviaci�n en la Ciudad de M�xico48 se cimentaron las bases para el desarrollo de la futura aviaci�n civil y militar de M�xico.
NOTAS
1. John Wright, “Aeroplanos y Aeronaves en Libia, 1911–1912” Maghreb Review, v.3 (1978), p�g. 220–22.
2. Biblioteca del Museo Nacional del Aire y el Espacio, Instituto Smithonian (de aqu� en adelante identificada con las siglas NASML/SI), Archivo biogr�fico N�m. CW902500-01; John Hector Worden, “La Aviaci�n Militar Pr�ctica”, Aircraft, v.3, N�m. 10 (dic. 1912), p�g. 290–291; Aero and Hydro, v. 4, N�m.10 (17 de agosto de 1912), p�g. 441; y v. 5, N�m. 7 (16 de noviembre de 1912), p�g. 118.
3. J. S. Berger, aviador estadounidense de Villa, 8 de febrero de 1914, Archivo Hist�rico “Genaro Estrada”, Secretar�a de Relaciones Exteriores, M�xico, D. F., Ramo: Revoluci�n Mexicana (de aqu� en adelante identificada con las siglas AHGE/RM, seguidas del n�mero del legajo o volumen, expediente o archivo, si lo hubiera, y hoja o n�mero de p�gina de documento en cuesti�n), L-E 760, exp. 2, hoja 173; The New York Times, 22 de febrero, 13 de marzo de 1914; El Pa�s, 28 de febrero de 1914; George C. Carthers, Agente consular de los Estados Unidos en Torre�n, Coah., al Secretario de Estado, 9 de marzo de 1914, en el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Grupo de Registros 59, archivo 812.00, Registros del Departamento de Estado relacionados con los asuntos internos de M�xico, 1910–1929, (Microcopia 274) Servicio de Archivos y Registros Nacionales, Washington, D. C., documento N�m. 11103 (de aqu� en adelante identificado como NA/RG 59, f812.00, seguido del n�mero del documento en cuesti�n); Observaciones del General de Brigada Tasker H. Bliss, Comandante del Departamento Sur del Ej�rcito de los Estados Unidos, 12 de marzo de 1914, en NA/RG59, F812.00/11197; Aero and Hydro, v. 8, N�m.. 4 (25 de abril de 1914); Aeronautics (15 de mayo de 1914, p�g. 136. Federico Cervantes, Francisco Villa y la revoluci�n (M�xico: Ediciones Alonso, 1960), p�g. 151; Manuel Ruiz Romero, “La aviaci�n durante la Revoluci�n Mexicana”, M�xico, Soporte Aeron�utica S. A. de C.V., 1988, p�g. 82. Otro piloto estadounidense contratado por los agentes Villistas durante este per�odo fue Granville Q. Pollock, quien habr�a de participar en la campa�a contra Torre�n. Sin embargo, no hay evidencia que respalde que Pollock particip� en ninguna acci�n en M�xico. El Pa�s, 27 de marzo de 1914.
4. El Paso Herald, 11 de marzo de 1914.
5. Edgcumb Pinchon, Viva Villa! El Rescate del Verdadero Pancho Villa; Pe�n, Bandido, Soldado, Patriota (New York; Harcourt, Brace and Company, 1933) p�g. 88, 156, 162, 199, 230–231, 278, 308, 315; Ezequiel Couti�o M., Revoluci�n Mexicana: la lucha armada, 1913–1914 (M�xico: Talleres Gr�ficos de la Naci�n, 1968) p�g. 137, 139; Juan Bautista Vargas Arreola, A sangre y fuego con Pancho Villa, Berta Vargas de Corona, comp. (M�xico: Fondo de Cultura Econ�mica, 1988) p�g. 8–9, 12.
6. Ernest Larue Jones, “La Guerra A�rea en M�xico” Chirp (dic. 1940), art�culo sin paginar: Ruth M. Reinhold, Pioneros del Aire: Arizona en la Historia de la Aviaci�n (Tucson: University of Arizona Press, 1982) p�g. 47.
7. NASML/SI, Archivo biogr�fico, N�m. CP-061000-01, CP061000-20; El Pa�s, 28 de febrero de 1914; recortes de peri�dicos de The New York Times, 12 de julio de 1936; The Daily Weekly, 8 de mayo de 1940; The Pensacola News Journal, Florida, n.d.; Edwin C. Parsons, documentos sin numerar, Biblioteca de la Universidad de Texas, El Paso, Texas; Edwin C. Parsons, La gran aventura: La historia de la escuadrilla de Lafayette (Gardin City, N. Y.; Doubleday Doran & Company, 1937), p�g. 181; Dale L. Walker, “La historia de Ted Parsons”, Aviation Quarterly, v.4, N�m. 1 (Primer Trimestre, 1978), p�g. 10.
8. Dale L. Walker, “Los documentos de Parsons de la Biblioteca de la Universidad de Texas en El Paso: Ted Parsons La gran aventura: La historia de la escuadrilla de Lafayette, Bibliotecas de Texas, v. 38, N�m. 4 (Invierno de 1976), p�g. 173; Dale L. Walker, S�lo quedan las nubes: el Ted Parson de la Escuadrilla de Lafayette (Amsterdam, N. Y.; Alandale Press, 1980), p�g. 17–18.
9. The New York Times, 18 de marzo de 1914, El Pa�s, 20 de marzo y 14 de abril de 1914; “La fuerza a�rea mexicana naci� con la revoluci�n”, El Legionario, v. 1, N�m. 9 y 10 (nov.–dic. 1951), p�g. 38; Jos� L�pez-Portilla y Weber, “Jos� Refugio Velasco, soldado: las horas definitivas en la vida de un hombre ejemplar, durante la crisis m�s grave de la historia de M�xico”, Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, M�xico, Academia Mexicana de la Historia, v. 19, N�m. 4 (oct–dic. 1960), p�g. 408–409.
10. Carta de Edwin C. Parsons a Dale L. Walker, sin fecha, reproducida en Walker, S�lo quedan las nubes, p�g. 18.
11. El Independiente, 5 de junio de 1914; Walker, “Los documentos de Parsons de la Biblioteca de la Universidad de Texas en El Paso”, p�g. 173–177; Walker, S�lo quedan las nubes, p�g. 7–14, 18–58, El Pa�s, 27 de marzo de 1914; The New York Times, 8 de abril de 1914; Entrevista con el exgeneral de brigada e ingeniero Federico Cervantes, realizada por Daniel Cazes, agosto de 1960, en la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropolog�a e Historia, M�xico, D. F., Historia Oral de la Revoluci�n Mexicana, PHO/1/1, p�g. 13–17; Copia fotost�tica del curr�culum vitae de Granville Pollock, fechada en 1946, en los archivos privados del Sr. Alan E. Levine, Ottawa, Ontario, Archivo Bio-bibliogr�fico; Federico Cervantes, Felipe Angeles y la revoluci�n de 1913: biograf�a 1869–1919 (M�xico: sin editorial, 1944) p�g. 75–76, y Mart�n Luis Guzm�n, Memorias de Pancho Villa (M�xico: Editorial Porr�a, 1984), p�g. 179.
12. Cervantes, Francisco Villa y la revoluci�n, p�g. 94, 116–121, 126–127, 146–149, 152–153 y 184–192, como en la serie de telegramas que se intercambiaron Villa y Carranza y reproducidos en los ap�ndices de este trabajo, p�g. 701–711; Francisco R. Alada, La revoluci�n en el estado de Chihuahua, M�xico, Instituto Nacional de Estudios Hist�ricos de la Revoluci�n Mexicana, 1964, v. 2, p�g. 109112, 135, 200.
13. Cervantes, Francisco Villa y la revoluci�n, p�g. 224–269; Francisco R. Alada, La revoluci�n en el estado de Sonora, M�xico, Instituto Nacional de Estudios Hist�ricos de la Revoluci�n Mexicana, 1971, p�g. 121–159; Miguel A. S�nchez Lamego, Historia militar de la revoluci�n en la �poca de la Convenci�n, M�xico, Instituto Nacional de Estudios Hist�ricos de la Revoluci�n Mexicana, 1983, p�g. 22–29.
14. Telegrama de Obreg�n a Carranza, 22 de enero de 1915, en la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico, Centro de Estudios sobre la Universidad, Archivo de Juan Barrag�n Rodr�guez (de aqu� en adelante identificado como UNM/CESU/AJBR), Caja 2, exp. 30, documento sin foliar; telegrama del Teniente Coronel Juan Barrag�n Rodr�guez, Jefe de Estado Mayor del Ej�rcito Constitucionalista al Mayor Alberto Salinas Carranza, 5 de febrero de 1915, en Documentos hist�ricos constitucionales de las Fuerzas Armadas Mexicanas, M�xico, Edici�n del Senado de la Rep�blica, 1965–1966, v, 2, p�g. 325; Ruiz Romero, La aviaci�n, p�g. 82–86.
15. Recortes de peri�dicos no identificados de los Estados Unidos, Fuerza A�rea de los Estados Unidos, Agencia de Investigaci�n Hist�rica, Base A�rea Maxwell, Alabama, Colecci�n de E. L. Jones (de aqu� en adelante identificados como AFHRA/ELJC), Secci�n I de recortes de peri�dicos, p�g. 8–9; Aerial Age Weekly, 3 de mayo y 21 de 1915; El Pueblo, Veracruz, 8 , 16, 21 y 24 de mayo de 1915; Informe del General Jacinto B. Trevi�o en relaci�n con la Batalla de El �bano, presentado al alto mando Constitucionalista, 10 de junio de 1915, en Jacinto B. Trevi�o, Memorias, 2� Edici�n (M�xico; Editorial Ori�n, 1961), p�g. 87, 90, 92.
16. Folson, un periodista, a la Compa��a Pan American News Service en San Francisco, California, 1, 3 de febrero de 1915, en AHGE/RM, L-E836, exp. 1 hojas 31, 40; Eliseo Arredondo, agente Constitucionalista en Washington, D. C. Carranza, 3 de febrero de 1915, en UNAM/CESU/AJBR, Caja 1, exp. 3, documento sin foliar; George C. Carthers al Secretario de Estado William J. Bryan, 5 de febrero de 1915, Caja 43, libro de cartas 2, hojas 112–114, Documentos de William Jennings Bryan, Divisi�n de manuscritos, Biblioteca del Congreso, Washington, D. C.; Lester P. Barlow, “Volando para Villa en M�xico”, National Aeronautic Association Review (abril 1926), p�g. 52.
17. Informe del comandante de la Segunda Brigada de Caballer�a, Douglas, Arizona, al General Frederick Funston, comandante en jefe del Departamento del Sur del Ej�rcito de los Estados Unidos con sede en Sam Houston, San Antonio, Texas, 12 de mayo de 1915, en NA/RG 59, f812.00/15029; Guy Gilpatric, “La Aviaci�n en M�xico”, The Aeroplane, N�m. 42, suplemento (10 de enero de 1917), p�g. 188; Guy Gilpatric, Historias de vuelos (New York: E. P. Dutton and Company, 1946) p�g. 14; Jos� Villela, Pioneros de la aviaci�n mexicana (M�xico: Ediciones Colof�n, 1964), p�g. 90–91; reminiscencias del veterano piloto estadounidense R. L. Andrews, en Jessie Peterson y Thelma Cox Knoles, eds. Pancho Villa: Recuerdos �ntimos de aqu�llos que le conocieron (New York: Hastings House Publishers, 1977) p�g. 246–247.
18. Recortes de peri�dicos estadounidenses no identificados, fechados 13 de abril de 1915, en AFHRA/ELJC, Secci�n 1 de Recortes de Peri�dicos, P�g. 8; Entrevista con el aviador Villista Floyd Smith, por E. L. Jones, Historiador de la aviaci�n estadounidense, en Jones, art�culo sin paginar; Ed Unger y Don Dwiggins, “Un gringo en la guerra a�rea de Pancho Villa”, Argosy (junio de 1971), p�g. 46–47.
19. Recortes de peri�dicos estadounidenses no identificados en AFHRA/ELJC, Seccion 1 de recortes de peri�dicos, p�g. 3–4; William Douglas Langford, Pancho Villa (Los Angeles; Sherbourne Press, 1965), p�g. 230; Unger y Dwiggins, P�g. 46–47; James B. Hinds, “Bombas sobre M�xico”, Aerospace Historian (septiembre de 1984), p�g. 199–200.
20. Detroit Free Press, 24 de febrero de 1924; extracto del Biographical Book of Aviation (edici�n de 1932); Coronel Lowel H. Smith, Oficial al Mando del Aer�dromo Davis Monthan, Tucson, Arizona, a la Sra. L. K. Robinson Scully de Highway Magazine, Tucson, Arizona, 10 de marzo de 1942; The New York Times, 6 de noviembre de 1945, secci�n de obituarios; todos en NASML/SI, Archivo biogr�fico, N�m. CS-680000-01.
21. Lester P. Barlow al Ayudante General del Ej�rcito de los Estados Unidos en Washington, D. C. , 23 de junio de 1916 en la Oficina del Ayudante General, Grupo de Registros 94, Archivos Nacionales, Washington, D. D., documento N�m. 2430914 (de aqu� en adelante identificado como NA/RG94, AG, seguido del n�mero de documento en cuesti�n.
22. Informaci�n de Lester Barlow a E. L. Jones, en art�culo de Jones sin p�ginar.
23. Ib., Entrevista de Jones al veterano piloto estadounidense Lawrence W. Brown. V�ase tambi�n los comentarios del veterano aviador Villista, James M. Dean, en Quay House, “El constitu�a la Fuerza A�rea de Pancho: Gilroyan recuerda la gran aventura con Villa”, San Jos� Mercury, San Jos�, California (5 de septiembre de 1961) art�culo sin paginar.
24. “Vida Nueva, Chihuahua”, 22, 24, 27 de marzo de 1915; recortes de peri�dicos estadounidenses no identificados, en AFHRA/ELJC, Secci�n 1 de Recortes de peri�dicos, p�g. 4–5; Reminiscencias de un veterano piloto estadounidense R. L. Andrews, en Peterson y Knoles, eds. P�g. 247.
25. Entrevista con el piloto Villista Howard Rinehart por E. L. Jones, en Jones, art�culo sin paginar.
26. The Mexican Herald, 25 y 27 de marzo de 1915; Juan Manuel Torres e Ignacio Fuentes, Tampico: apuntes para su historia (M�xico: Editorial “Nuestra Patria”, 1942), p�g. 298.
27. Informes de los comandantes de las fuerzas estadounidenses acantonadas en Brownsville, Texas a Funston y de este �ltimo al Ayudante General en Washington, D. C., 21–22, 26–27 de abril de 1915, en NA/RG 94, AG2224757, A3; AG2241297, A15, A21, A38, A47, A48 (todos archivados en AG2008188); Aerial Age Weekly, 12 de abril 3 de mayo de 1915.
28. S�nchez Lamego, p�g. 122.
29. Tanto el Ej�rcito Constitucionalista como el Villista de este per�odo comprend�an contingentes de voluntarios oriundos de esta tribu de indios mexicanos, que cultivaban la tierra en la regi�n de Sonora entre los r�os Yaqui y Mayo. Edward H. Spicer, Los Yaquis: Una historia cultural (Tucson, Arizona, University of Arizona Press, 1980), P�g. 227–230; Evelyn Hu-Dehart, La Resistencia y la Sobrevivencia Yaqui: La Lucha por la tierra y la autonom�a, 1821–1910 (Madison, Wisconsin; University of Wisconsin Press, 1984), p�g. 208; Alejandro Figueroa Valenzuela, “La Revoluci�n Mexicana y los indios de sonora”, en Cynthia Radding de Murrieta, coord. Historia general de Sonora (Hermosillo: Gobierno del Estado de Sonora, 1985), v. 4, p�g. 371.
30. “Vida Nueva, Chihuahua”, Chihuahua, 29 de abril de 1915; telegrama de Obreg�n a Carranza, 21 de mayo de 1915 en UNAM/CESU/ELJC, Secci�n de recortes de peri�dicos, p�g. 6–7; Secci�n 2, p�g. 3–4; El Pueblo, 13 de mayo de 1915; �lvaro Obreg�n, Ocho mil kil�metros en campa�a, 2a. Ed. (M�xico: Fondo de Cultura Econ�mica, 1959), p�g. 342–343.
31. Sobre la muerte de McGuire, v�ase Jones, art�culo sin paginar; “Micky McGuire — Un p�jaro tempranero”, Popular Aviation (abril de 1957), p�g. 55; y Unger y Dwiggins, p�g. 46–47, aunque este �ltimo insiste, err�neamente, en que el aviador muri� como resultado de un tiroteo con las tropas Carranzistas.
32. En relaci�n con la muerte de Mayes, v�ase Gaston Schwartz, C�nsul de los Estados Unidos en Aguascalientes, Aguascalientes al Secretario de Estado William Jennings Bryan, 3 y 6 de mayo de 1915, y Josephus Daniels, Secretario de los Estados Unidos de la Marina, a Caperton, Oficial de Marina, 5 de mayo de 1915, en NA/RG 59, f812.00/14997, 15014; recorte del The New York Herald del 3 de mayo de 1915, en Isidro Fabela y Josephine Fabela, eds. Documentos hist�ricos de la Revoluci�n Mexicana (Mexico; Editorial Jus/Fondo de Cultura Econ�mica, 1960–1973), v. 16, p�g. 358; The New York Times y The Los Angeles Evening Herald, del 4 de mayo de 1915.
33. NASML/SI, Archivo Biogr�fico, N�m. CL-043000-01; William A. Lamkey; Aerial Age Weekly, 9 de agosto de 1915; recorte de un periodo estadounidense no identificado en AFHRA/ELJC, Secci�n 1 de recortes de peri�dicos, p�g. 8; Gilpatric, “Aviation in M�xico”, p�g. 188; C.G. Grey, Jane’s All the World’s Aircraft (London; Sampson Low Marston and Company, 1917), p�g. 194b; “Gilpatric, Flying Stories”, p�g. 14–15; Jones, art�culo sin paginar.
34. S�nchez Lamego, p�g. 187–194.
35. “Relaci�n de armamento, parque y otros objetos recogidos a los Villistas indultados en Ciudad Ju�rez”; documento reproducido en �lvaro Obreg�n, p�g. 476–477; Tohtli, v. 1, N�m. 5 (31 de mayo de 1916). En el curso de su retirada hacia el norte de Aguascalientes, se report� que William A. Mattery, otro de los pilotos estadounidenses al servicio de Villa, hab�a perecido en un accidente a�reo. Este reporte result� ser falso, puesto que Mattery no muri� hasta el 1�. de octubre de 1960, Chirp, N�m. 64 (noviembre de 1960), p�g. 11.
36. Informe del comandante de la guarnici�n de Douglas, Arizona al General Tasker H. Bliss, comandante en jefe de Departamento del Sur del Ej�rcito de los Estados Unidos, cuyo cuartel general estaba ubicado en el Fuerte Sam Houston, San Antonio, Texas, 28 de octubre de 1914, en NA/RG 59, f812.00/13653.
37. Alada, La revoluci�n en el estado de Sonora, p�g. 154, 162; S�nchez Lamego, p�g. 57–63.
38. Recortes de peri�dicos estadounidenses no identificados y entrevista de Lamb con E. L. Jones, en AFHRA/ELJC, Secci�n 1 de recortes de peri�dicos, p�g. 3, Secci�n 2, p�g. 5, respectivamente; Dean Ivan Lamb, El Filibustero Incurable (New York, N. Y.; Farrar & Rinehart Inc. , 1934) p�g. 90–95, Jones, art�culo sin paginar; Reinhold, p�g. 46.
39. Lamb, p�g. 93–95.
40. Ib., p�g. 95
41. Alada, p�g. 162–165; S�nchez Lamego, p�g. 62–64.
42. Informe del comandante del distrito militar de Nogales, Arizona al General Funston, 17 de julio de 1915 en NA/RG 59 f812.00/15559; Manuel Sandomingo, Historia de Agua Prieta (s.p.: Imprenta Sandomingo, 1951), p�g. 157–169; L�zaro C�rdenas, Obras, (M�xico: Direcci�n General de Publicaciones, Universidad Nacional Aut�noma de M�xico, 1972), v. 1, p�g. 73–74, 82–83.
43. Aerial Age Weekly, 16 de agosto de 1915; House, art�culo sin paginar.
44. Entrevista de Lawrence W. Brown con E. L. Jones, en Jones, art�culo sin paginar; informes del comandante de la Segunda Brigada de Caballer�a, Douglas, Arizona a Funston, 15 de mayo de 1915, y de Funston al Ayudante General en Washington, D. C., 31 de julio, 2 de agosto de 1915, en NA/RG 94, AG2224757, A3, AG2307163 (todos archivados en AG2212358); Recortes de peri�dicos estadounidenses no identificados en AFHRA/ELJC, Secci�n 1 de recortes de peri�dicos, p�g. 4; Ruth M. Reinhold, Pioneros del Aire: Arizona en la historia de la Aviaci�n, Tucson, Arizona, University of Arizona Press, 1982, p�g. 48–50.
45. Louis G. Kahle, “Robert Lansing y el reconocimiento de Venustiano Carranza”, Hispanic American Historical Review, v. 38, N�m. 3 (agosto de 1958), p�g. 360–361, 366; Alada, La revoluci�n en el Estado de Sonora, p�g. 209, 229; S�nchez Lamego, p�g. 69–80; Friedrich Katz, “De la alianza a la dependencia entre Francisco Villa y los Estados Unidos”, en Daniel Nugent, ed., Revuelta Rural en M�xico y la Intervenci�n de los Estados Unidos (San Diego, california: Centro de Estudios M�xico-Estados Unidos, University of California, 1988) p�g. 237–239.
46. Armando Mar�a y Campos, La Revoluci�n Mexicana a trav�s de los corridos populares (M�xico: Instituto Nacional de Estudios Hist�ricos de la Revoluci�n Mexicana, 1962) v. 1, p�g. 345. La traducci�n de este corrido se tom� de Haldeen Braddy, Cock of the Walk, Qui-qui-ri-qu�: La leyenda de Pancho Villa (Port Washington, N. Y.: Kennikat Press, 1970), p�g. 98.
47. Mariano Azuela, Los de abajo (M�xico: Fondo de Cultura Econ�mica, 1960), p�g. 69. La traducci�n de esta cita se tom� de Stanley L. Robe, Azuela and the Mexican Underdogs (Los Angeles: University of California Press, 1979) p�g. 196.
48. Ruiz Romero, La aviaci�n, p�g. 140.
Autor
El doctor Lawrence Taylor es investigador del Departamento de Estudios en Administraci�n P�blica del Colegio de la Frontera Norte en Tijuana, M�xico. El Dr. Taylor obtuvo su Licenciatura (1971) y su Maestr�a (1974) en Historia de la Universidad de Manitoba y su Doctorado en Historia del Colegio de M�xico en 1990. Es autor de los siguientes libros: La gran aventura en M�xico: El papel de los voluntarios extranjeros en los ej�rcitos revolucionarios mexicanos, 1910 a 1915 (Ciudad de M�xico, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993, 2 vol�menes); La Campa�a Magonista de 1911 en Baja California: El apogeo de la lucha revolucionaria del Partido Liberal Mexicano (Tijuana, Colegio de la Frontera Norte, 1992); y Revoluci�n mexicana: Gu�a de archivos y bibliotecas: M�xico-Estados Unidos (Ciudad de M�xico, Instituto Nacional de Estudios Hist�ricos de la Revoluci�n Mexicana, 1987), as� como tambi�n varios art�culos en revistas mexicanas y estadounidenses.
No debe entenderse que nuestra revista representa la pol�tica de la Secretar�a de Defensa, la Fuerza A�rea de los EE.U.U. o la Universidad del Aire. M�s bien su contenido refleja la opioni�n de los autores sin tener car�cter oficial. Est� autorizado a reproducir los art�culos en esta edici�n sin permiso. Por favor, si los reproduce, mencione la fuente, Airpower Journal, y el nombre de los autores.